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Diego Doncel



AUTOPISTAS Y BURBUJAS



¿Cómo seguir adelante sin reconocer que aún hay algo intenso dentro de nosotros?

¿Y cómo no reconocer que el sexo es esa intensidad?

En esta habitación de hotel, en medio de ninguna parte, el porno es un viaje interior que señala la hondura de nuestros deseos, el único misterio que nos ayuda a ser reales.

Hemos dejado toda nuestra vida ahí fuera para llegar limpios.

Hemos mirado el crepúsculo de nuestros sentimientos como el que mira un dato que se acaba de perder en la pantalla del ordenador.

Los camioneros duermen abajo, en sus cabinas, y las chicas del cartel luminoso siguen bailando desnudas encima de una copa de champán de la que ascienden burbujas fluorescentes.

La palabra club es rosa.

Te pones encima de mí.

Me dices: ¿esto es raro, no? ¿Por qué tenemos que buscar hondura alguna en los sentimientos? ¿Por qué tenemos que buscar?

Tu lengua lame mis labios, el movimiento de tus caderas es ciego,

cualquiera de nuestras emociones son mecánicas como esa idea del hombre moderno de que vivimos en un universo carente de significado e incognoscible.

No siento nada, te digo. Necesito algo más.

Me miras como si yo intentara que algo oculto, que algo perdido se revelara.

Como si quisiera liberar una experiencia que está ahí, escondida.

Tus pezones están acariciando mi pecho, tus nalgas se reflejan en el cristal de la ventana.

Hay un momento de pausa en el tráfico de la autovía.

Cierras los ojos. Me siento extraña, dices. ¿Dónde estoy? ¿Es este el mundo que conocemos? ¿Por qué tenemos que cambiar nuestra idea de las cosas? ¿Qué ha llegado a su fin?

Me levanto y miro fuera: los luminosos de los clubes parecen una obra de grandes dimensiones hecha por creadores de street art.

Es insoportable el desamparo.

¿Sabes qué hacen las putas?, te pregunto.

Sí, follan, me respondes. ¿Vamos a follar o no?

El destino de la conciencia humana es inexorablemente nómada, un consciente deambular por el error.

Los diseñadores espirituales trazan en el mercado la filosofía que nosotros consumimos.

El universo es un producto.

Por qué no te das cuenta, me dices, que sólo existen los gestos, que ya no hay profundidad,

que el sexo es el símbolo que mejor nos representa porque logramos liberar de él el amor, una idea del amor, la que nos hacía más vulnerables.

Ven, me dices, penétrame. Estás llorando. Sentada al borde de la cama.

La televisión continúa emitiendo porno.

Las autopistas se extienden detrás de las burbujas.




Del libro: "PORNOFICCIÓN"

Editorial: DVD

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