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-Qué delgada eres
-me dijo-
y entonces yo pensé en la mujer de la foto
en sus senos grandes
y en los míos pequeños
del tamaño del cuenco que hace un hombre con su mano
del tamaño del cuenco que él hacía con su mano
cuando me dijo: qué delgada eres.

(Cuando un hombre tiembla al tocarte
no te olvidas de él.
Nunca, aunque no llegues a amarle).

Su cama estaba vacía
porque ella ya no estaba y él
acampaba conmigo a la intemperie de la sala.
Quién daba refugio a quién
no estaba claro.

Boca arriba en el colchón
mirando la noche en el techo oscuro de la sala
con los brazos entrecruzados bajo la sábana
nos palpábamos buscando
dónde hacer el corte más limpio.




Del libro: "Bella Durmiente"

Editorial: Hiperión

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